CÁRCEL DE CASEROS
La soledad como consecuencia de prioridades políticas
La circunstancia de estar solo y sin compañía, arraigada de sentimientos de tristeza y melancolía son parámetros que definen a la soledad. Una soledad que puede llegar por diferentes vías, pero que de cualquier manera causa temor. El temor a estar solo, olvidado y abandonado.
La desapropiación de algo o el nulo sentido de pertenencia lo torna desconocido y ajeno. El conocimiento brinda comprensión y seguridad, mientras que el desconocimiento genera desapego y misterio, por la falta de explicación, que impide el entendimiento de aquello que, posteriormente, se torna distante.
Entender este temor, no como un miedo latente al considerar que algo perjudicial haya ocurrido, sino a un miedo de sentir un potencial hecho que conlleva a pensar un posible efecto negativo. Un temor que se traslada más por una atmósfera que genera, que como un responsable directo de alguna acción temeraria.
La cárcel de Caseros no está lejos de todos estos aspectos que actúan como caracterizaciones que describen su situación. Una condena de casi 20 años, que incluso hasta hoy, parece no tener fin. Una infraestructura que no logra la identificación, con un barrio que la desconoce y le teme. Un abandono prolongado por la postergación de proyectos e indecisiones permanentes. Y una soledad que olvida y aleja. "Hay una inseguridad latente", son algunas de las palabras de un vecino de Parque Patricios. ¿Acaso el abandono genera inseguridad? ¿Qué significa? Nadie se la apropia y lo ajeno genera distancia. "Es un lugar que mete miedo", asegura.
Ya no es temor a quedarse solo y abandonado, sino que el solitario y abandonado genere desconfianza en los demás. Una desconfianza acompañada por varios contextos, tanto en términos arquitectónicos como en términos sociales.
La dejadez de la gran mole de cemento no debe recaer sobre un factor o un cargo en particular. Hay diversas ramificaciones que claramente se conectan de un modo que hacen posible este contexto adverso en Parque Patricios. Estos factores pueden estar ligados a lo político, teniendo en cuenta los intereses de los gobiernos de turno, las intenciones y las prioridades. En términos económicos limitan las posibilidades por las escasas soluciones a través de la inversión nacional. Y también en términos sociológicos, que explican más explícitamente, el rechazo social, la desconfianza generada y la sensación de inseguridad latente, como causas y consecuencias de un proyecto que no avanza y que es víctima de la soledad en un mundo porteño.
Para comprender esta soledad y su desconfianza, habrá que entender que su historia también tiene ciertos rasgos que podrían potenciar estas sensaciones mencionadas. En primer lugar, porque se trata de una cárcel, edificio donde se encierra a los condenados a pena de privación de libertad o a los presuntos culpables de un delito, en pocas palabras, un lugar donde se priva de la libertad a las personas. La cárcel de Caseros se inició en la década del 60 y se terminó en 1979 durante el gobierno militar de Videla, se la utilizó incluso para prisioneros políticos durante la última presidencia de Perón. Sin embargo, la urbanización hizo que las cárceles no encajen entre los barrios que fueron creciendo. De modo que la cárcel cerró en 2001. "Desde sus inicios mostró ser obsoleta en todo sentido", aseguró el arquitecto Marcelo Daneri.
Desde ese entonces, comenzó a convertirse en un gigante que molestaba y que debería desaparecer de Parque Patricios. El primer intento, fue a través del rechazado proyecto de demolición por implosión por parte de los vecinos. Este aspecto retrotrae al caso del Albergue Warnes qué fue demolido con ese método y dejó consecuencias desfavorables en sus alrededores en cuestiones sanitarias. Refuncionalización Predio Ex Cárcel de Caseros fue uno de los movimientos digitales que llevaron a cabo los vecinos para agilizar su interacción. El recurso de amparo (Artículo 43 de la Constitución Nacional), fue entonces, el motivo por el cual el edificio todavía sigue vivo. Vivo pero muerto.
A partir de acá, se puede establecer el inicio de estos síntomas de la soledad, producto de un abandono general. El tiempo hizo lo suyo, acentuar aspectos que alcanzan situaciones cada vez más insostenibles. Ahora bien ¿Cuáles son los factores que contribuyen a la postergación de este proyecto? ¿Cuáles son los inconvenientes que genera que la cárcel de Caseros siga instalada en el corazón de Parque Patricios? Son preguntas que si bien tienen respuesta, parecen no servir como consuelo a una vecindad que desapropia totalmente el edificio solitario.
En relación a los factores que contribuyen a la postergación de la obra, tiene que ver con las distintas prioridades. Si bien desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires el proyecto ya estaba aprobado y encaminado, y hasta incluso ya se tenían seleccionados a los bancos de fomento que iban a financiarlo, no sucedía lo mismo en el caso de la Nación quien, al fin y al cabo, era quien tenía que dar la autorización final. "Cuando hay un cambio de gobierno, y las jurisdicciones pertenecen a distintas facciones políticas, hay un replanteo de las prioridades. Con Mauricio Macri ya había habido un avance en la aprobación necesaria, pero con las elecciones de octubre de 2019 y el posterior cambio de gobierno, hubo un retroceso ya que se volvió a revisar el proyecto y, a partir de ahí, definir si el mismo cumplía con lo que el nuevo gobierno consideraba estratégico", explicó Nicolás Fernández, coordinador de proyectos especiales de la secretaría de desarrollo urbano. Él considera entonces que la reestructuración se sigue postergando por una cuestión de prioridades políticas y que, si no se destraba, se van a tener que pensar alternativas en la ciudad para poder avanzar. Ahora bien, si a todo esto se le suma el contexto de pandemia, las expectativas para el inicio de la obra son cada vez más lejanas. Es decir, si desde un principio la refuncionalización de la cárcel de caseros no fue considerada prioritaria para el gobierno entrante, menos lo sería en una situación particular cuando el covid-19 es el centro de atención de los gobernantes. Para Fernández "es una lástima que un proyecto se frene porque las coordinaciones políticas no están alineadas; cuesta mucho llegar a tener proyectos listos para ejecutar y es una pena que la obra se pierda por una desinteligencia política".
En cuanto a los inconvenientes se pueden detectar algunos bien específicos. En primer lugar, la dejadez de la infraestructura, por un tiempo prolongado, genera deterioro, oxidación y condiciones higiénicas inaceptables. "Es un edificio de techo plano que genera aislación, es decir, comienza a filtrarse el agua. El peor enemigo en una construcción", aseguró Daneri. Por ende, la humedad generada en las paredes, ciertos sectores de agua estancada y su contacto directo con metales, contribuyen a un ambiente poco favorable, junto con la presencia de roedores. Todos estos componentes constituyen desventajas en términos sanitarios, teniendo en cuenta, que a pocos metros se encuentra en actividad el Hospital Garrahan.
La cárcel de caseros no presenta ningún tipo de valor arquitectónico. Su arcaica construcción, a través de los materiales que se utilizaron, contribuyen a que la infraestructura presente problemáticas, en términos específicamente arquitectónicos. "Debido al mal funcionamiento de los desagües pueden afectar la estructura y los cimientos. Puede haber grandes consecuencias de desprendimiento de partes para los que están en la calle, para la gente que va por la vereda porque el estado exterior de la mampostería es muy malo. Puede tener fallas estructurales que comprometan alguna pared que dé a la vereda", sostuvo el arquitecto.
Esta dejadez se traduce en un rechazo social a partir de la vista que la cárcel genera. Por lo que lo mencionado anteriormente, no comprende los status de belleza a través del arte que supone la estética, y que a su vez entra en contraste con la propia identidad de Parque Patricios. A partir de este aspecto se puede entender cómo el barrio de zona sur le da la espalda hacia una estructura que no genera identificación y por lo tanto distanciamiento. Resultaría válido preguntarse si efectivamente hubo una desapropiación o si, en realidad, ni siquiera existió la adopción del edificio como propio.
Lo cierto es que ese distanciamiento social causó desconfianza colectiva que desencadenó un abandono que generó inseguridad. "Hay una inseguridad latente. Son casi dos cuadras en las que es todo un paredón que no está iluminado y no es transitado. Si bien no sé de robos cotidianos, en el caso de que haya, ni siquiera hay policías recorriendo la manzana", expresó el vecino de Parque Patricios, Marcelo Gramajo. Y es que ¿Quien quisiera pasar por una vereda en donde habita un gigante en constante devastación? ¿Quién se la apropiaría o miraría con buenos ojos una cárcel que está muerta en vida?
Por lo que, teniendo en cuenta este desapego social y estético que presenta este edificio, el valor del barrio se ve fuertemente condicionado por su presencia. Daneri aseguró: "Desde el punto de vista de la arquitectura estética es un lugar que mete miedo. Todo lo que pongas en su lugar ya suma un montón, por una cuestión de sinergia que trabajaría con el barrio. La avenida caseros es muy linda en toda su extensión, esto es una especie de oveja negra". Y la vecindad lo tiene claro. Entiende que el gigante solitario genera miedo y perjudica las perspectivas valorativas acerca del barrio. De manera que, en términos comerciales, también presenta consecuencias desfavorables, por todo lo mencionado anteriormente. El vecino de Parque Patricios agregó: "Un proyecto le daría un cambio estético al barrio, además de mover más el comercio y darle un valor mayor a las propiedades. Traería un mayor progreso".
Una vez rescatados todos estos aspectos se pueden entender las causas de las caracterizaciones que describen la situación de la cárcel de Caseros. Una soledad que se prolonga en el tiempo desde hace casi dos décadas y no se sabe por cuánto tiempo más. Una víctima de prioridades, por gobiernos que delimitan su importancia a través de los diversos propósitos de turno. Una dejadez que tiene como condena haber nacido en el suelo argentino, por ser un país que, económicamente, no presenta las condiciones ideales para brindarle una solución. Una desconfianza permanente por parte de un vecindario que la margina, le teme y la desapropia de Parque Patricios, casi como un intruso.
Sin embargo ¿Es la cárcel la que no acepta que no quieran su compañía? ¿O no será que la cárcel entiende la situación, padece este abandono y ofrece buenas intenciones? Se conoce su historia y su fachada, lo que parece más que suficiente para juzgarla, y es lo que, en términos generales, genera las sensaciones mencionadas anteriormente. Pero ¿Qué hay dentro de ella que los vecinos no saben? Hay más de mil puestos de trabajo posibles, una renovación latente del espacio, tanto en términos estructurales como estéticos que pueden incentivar el comercio y el valor del barrio. Una futura mirada positiva hacia esas veredas que querrán disputar su apropiación, entre otras cuestiones. La cárcel también quiere irse. Sabe que no pertenece más y que no es bienvenida en suelo porteño. Es cuestión de prioridades, de acuerdos políticos, de inversiones, de contextos y de tiempos. Aunque el margen sea cada vez menor y escaso. Lo cierto es que la cárcel no es la causa de todos estos inconvenientes, sino la consecuencia de un abandono prolongado y un síndrome solitario que se sostiene hace casi dos décadas.
Alén Tatiana y Mattos Francisco